lunes, 24 de junio de 2013

Lecturas erradas sobre el agua en Chile


Lecturas erradas sobre el agua en Chile

Desde hace un mes se ha producido un intenso debate sobre la situación del agua en Chile luego de la caótica situación vivida por varias familias chilenas, producto de los repentinos cortes de suministro de que fueron objeto. Paradójicamente este fenómeno no sólo se produjo en la Región Metropolitana, sino que zonas como Charañal o Antofagasta (solo por nombrar algunas) vivieron el mismo proceso a manos de sanitarias privadas, sumándose a graves denuncias de contaminación del vital elemento, como lo ocurrido en Iquique. Para el caso de la capital, probablemente la situación más delicada esté asociada a la construcción de la central hidroeléctrica Alto Maipo, que según sus detractores, podría provocar una escasez de tan importante elemento para varias comunas, aún cuando desde Aguas Andinas se manifieste todo lo contrario.

Es por ello que con bastante fuerza se está levantando la opción de la renacionalización del agua desde el movimiento social, en clara oposición al sentido de mercancía que desde los gobiernos de la Concertación se le introdujo, aunque esto se haya olvidado. Como ejemplo de incoherencia, el actual presidente de las sanitarias, Guillermo Pickering, es activo militante de la Democracia Cristiana (DC), cuyo partido ha tenido una conducta más bien gelatinosa en este sentido, y que ha hecho una defensa ortodoxa al rol de los privados en un área tan sensible para nuestro país. Debemos recordar que este proceso se ejecutó durante los mandatos de los presidentes Eduardo Frei (DC) y Ricardo Lagos (PPD) bajo la excusa de que harían mejor las cosas. Al parecer, y luego de los últimos acontecimientos relacionados con las sanitarias, no era tal como lo presentaron.

De todas formas algo positivo se rescata de este paisaje enmarañado, y tiene que ver con los cuestionamientos de si es conveniente o no que los capitales extranjeros continúen con elmanejo de las sanitarias. Empero lo preocupante es que estas voces provengan de los mismos que callaron el anterior proceso. Personalmente me ha tocado formar parte de un movimiento social en defensa de la única sanitaria municipal que queda en Chile, Smapa Maipú, y nos parece preocupante que hoy su alcalde, Cristian Vittori, haga mención a este tema, siendo que fue parte del proceso de endeudamiento y privatización que vive esta sanitaria con su absoluta complacencia. Comparto su preocupación por el sistema privatista y mercantilista que impera en el agua, pero sería prudente comenzar trasparentando desde su municipalidad los contratos que Smapa mantiene con Aguas Andinas para creer en su discurso. En lo que no estoy de acuerdo de ninguna manera es en la forma en cómo hay que proceder, pues sugiere que hay que reformar el status constitucional del agua, a lo que yo le pregunto ¿no sería mejor apoyar un proceso constituyente que declare constitucionalmente al agua como un derecho humano irrenunciable para todos los chilenos? Me parece que esta es la mejor forma, pues se está demostrando que los mecanismos reformistas no han sido la solución que Chile necesitaba.

No está de más en insistir en que nuestro país ha dejado en manos extranjeras un elemento vital para el ser humano, y que las enormes ganancias que el agua le ha reportado a las transnacionales, servirían perfectamente para dar educación gratuita para todos, aumentar la cantidad y calidad de las viviendas sociales y por cierto, mejorar la salud pública de los vecinos. Pero mientras sigamos viendo al Estado como un impedimento y al mercado como el gran salvador, este y otros temas, seguirán sin resolver.

sábado, 5 de enero de 2013

Sr. Presidente, con todo respeto



Sr. Presidente de la República de Chile, don Sebastián Piñera Echeñique, me dirijo a vuestra persona con el afán de hacerle llegar mis preocupaciones sobre la constante criminalización de mi pueblo mapuche. Digo mi pueblo, pues por mis venas corre sangre Pehuenche herencia de mis ancestros, que con orgullo y valentía pienso transmitir a mis futuras generaciones. Me he tomado la molestia de escribirle estas líneas, porque siento que lo que está ocurriendo en la región de La Araucanía sobrepasa todos los sentimientos que un pueblo como el nuestro pudiera soportar. Con preocupación, eso sí, he visto que algunos parlamentarios reducen el foco de la atención a ciertos episodios que les conviene advertir, desconociendo la historia de sacrificio, violencia y persecución que nuestro pueblo mapuche ha debido enfrentar. No es un tema que pueda circunscribirse a la quema de maquinarias, el amedrentamiento a agricultores o a la muerte de la familia Luchsinger McKay, sino que son años y años de constante humillación que comenzaron con la invasión del imperio español. Por tanto, la carga simbólica que reviste la reivindicación ancestral de mi pueblo debe ser entendida en su justa dimensión, pero agregando la cosmovisión que encierra su histórica tradición, pero que lentamente está siendo borrada por las autoridades nacionales.

Noto en sus declaraciones mucho revanchismo hacia el pueblo mapuche, al punto de comprender que en su mensaje estamos en presencia de una neo-pacificación de La Araucanía como la ocurrida durante la segunda mitad del siglo XIX, pero sin dimensionar los resultados que ésta pueda aparejar. ¿Es posible calificar al mapuche como “terrorista” cuando su presencia en esta tierra tiene más años que el propio término que se le aplica? ¿O es que ese etnocentrismo barato con el cual se nos ha querido engalanar, ha terminado por erosionar las raíces de tan bello pueblo? Temo que sí, que en el fondo se busca extirpar del imaginario colectivo el que gran parte de Chile tenga genes mapuches, como si esto fuera un gran pecado original propio del conservadurismo criollo. 

Me habría gustado haber visto en su mensaje una disposición al diálogo, al reconocimiento de nuestro pueblo (y de otros, por cierto) y menos odio de quien detenta un cargo tan importante como el suyo, pero comprendo a su vez, que cargar con enorme responsabilidad no debe ser sencillo. Lo quiero transportar en el tiempo, porque esta carta no sólo es para hacerlo reflexionar de que no queremos más muertos en La Araucanía, que la vida de un colono no es superior a la de cualquiera de nosotros, que la preocupación demandada por la lamentable muerte de la familia Luchsinger McKay no lo debe empujar a desarrollar una “cacería” sin control de algún lonko o machi, sino que debiera invitarlo a solucionar tan prolongado conflicto. Pero además comentarle que desde nuestro lado también tenemos muertos en democracia. Como no recordar a Daniel Menco asesinado a los 23 años bajo el gobierno de Eduardo Frei en el norte de Chile, o a Alex Lemún que con tan solo 17 años acabaron con su vida de un disparo en la cabeza bajo el mandato de Ricardo Lagos. Como no recordar la desaparición de José Huenante de 16 años de quien hasta la fecha no se tiene información de su paradero y que bajo el gobierno de Lagos nada se hizo por esclarecer su situación. 

Me viene a la mente Juan Collihuín de 71 años y gran defensor de la causa mapuche, quien bajo el mandato de la ex Presidenta Bachelet recibió varios tiros en su cuerpo, pero cuya acción a pocos les importó. El caso más recordado es el de Matías Catrileo de 22 años quien en 2008 y que, nuevamente bajo el mandato de Bachelet,  fuera asesinado con dos tiros por la espalda y cuyo autor goza de absoluta impunidad. En el 2008 también vio acabar su vida Johnny Cariqueo en Pudahuel con tan solo 23 años, y que si hubiese tenido una asistencia médica en el momento, se habría mantenido con vida. En el año 2009 Sr. Presidente fue asesinado Jaime Mendoza Collío de 24 años, y que luego de exámenes forenses se descubrió que recibió un disparo por la espalda, derrumbado la tesis de la policía que argumentó que las balas fueron en legítima defensa, cuestión que nunca ocurrió. 

Como puede leer Sr. Presidente, nuestro pueblo ha sufrido mucho y requiere imperiosamente que se apliquen políticas de Estado con altura de miras, pues no podemos seguir aceptando que tengamos más muertos por luchas ancestrales. No quiero que interprete que esta carta tiene una lógica del “empate” por lo acontecido hace unos días en Vilcún. Por el contrario, solo busco hacerlo meditar que la aplicación de la ley antiterrorista- esa que bajos los gobiernos de la concertación fue usada con abuso y sin remordimiento- es un completo error si lo que busca es solución. Por esta situación, en estos momentos  tenemos presos políticos mapuches y peñis en huelga de hambre reclamando sus derechos; niños baleados con extrema dureza en los constantes allanamientos a las comunidades mapuches, situación insostenible y  que hace necesaria la implementación de medidas en línea política y no simplemente represivas. 

Quizás estas palabras expresadas a través de esta carta no lleguen a su destino final o generen revuelo mediático, pero tenga presente que al menos hay alguien al que le preocupa lo que está pasando con nuestro pueblo mapuche, etnia que de todas formas merece respeto y consideración. Entiendo que a la oligarquía no le parezca prudente otorgarle el reconocimiento que se merece, pero me siento con el deber moral de transmitírselo en esta ocasión,  aún cuando esto le incomode. Es de esperar que de todos lados comencemos a presionar para que más temprano que tarde, el pueblo mapuche logre convivir en paz y sin temor de ser perseguido por su color de piel, por apellido o por cualquier circunstancia.


Fraternalmente
Máximo Quitral
Académico




miércoles, 2 de mayo de 2012

Carta abierta a los diputados


Carta abierta a los Diputados de la polémica

Estimados Diputados de la República José Pérez, Fernando Meza, Ramón Farías, Felipe Harboe, Jorge Sabag, Alberto Robles, Cristián Campos y Alejandra Sepúlveda.

Este miércoles 2 de mayo quedará  marcado en la memoria de gran parte de Chile, como una de las nuevas traiciones hacia las demandas ciudadanas que se vienen levantando en esta larga y angosta faja de tierra por espacio de varios años, por quienes se arrogan la condición de “oposición”. Sin embargo, la de este día no era una votación más, no era una nueva discusión ideológica entre bandos políticos relativamente diferentes o  una simple sesión legislativa a la cual se podían ausentar sin efectos secundarios. Ya el abandono a su labor como representantes del poder legislativo me parece una falta de respeto en cualquier día del año, pensando siempre en el sacrificio de miles de compatriotas que día a día luchamos contra este carnívoro sistema. Pero lo de hoy no era un tema menor. Fíjense Sres. Diputados que conozco de cerca la difícil y precaria condición social del patagón Teófilo Haro. ¿Se acuerdan de él? Si, el mismo que por luchar por una vida digna perdió la visión de su ojo derecho, el mismo que acompañó cada noche a un centenar de aysesinos a exigir dignidad y al que hoy Uds. le dieron la espalda. El mismo que sufrió en carne propia la dura represión por parte de Carabineros a la luz de las órdenes del Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, y a quien hoy no se atrevieron a acusar desde el órgano legislativo. Pueden tener miles de razones, pero lo cierto es que no quisieron enfrentarse a quien da las órdenes a los efectivos de FF.EE. Su posición no hace más que agudizar la crisis de representación, acrecentar la distancia entre los partidos y la sociedad y contribuye a profundizar la desafección política.

¿Con qué moral se presentarán ante sus electores? ¿Con qué moral dicen representar el sentir de la mayoría? ¿Qué excusas les darán a los pocos militantes que hoy deambulan por sus partidos ¿Podrá su conciencia dejarlos dormir tranquilamente luego de tamaña traición? Tengo más preguntas, pero por ahora éstas las considero relevantes.  Creo que tomaron a la ligera esta votación o simplemente no acogieron el sentir –nuevamente- de los ciudadanos, que esperaban una señal clara ante el duro actuar de Carabineros y al sentido de impunidad del Ministro aludido. La acción de hoy no hace más que respaldar la actitud de infravaloración hacia los DD.HH. a manos del Ministro y la cual se agudizará más, producto de la negativa de enfrentar las incorrectas decisiones tomadas desde el gobierno para resolver los conflictos sociales. No sólo es Teófilo o Claudio, también son las comunidades mapuches, los movimientos territoriales, los estudiantes secundarios y universitarios o cualquier ciudadano de mi país que quiera manifestarse en esta democracia tutelada.

Probablemente Sres. Diputados, esta carta no llegue a su destino final que es la mesa en que disfrutan de su rico café cada mañana, o en la cual leen la prensa cada vez que pueden o donde preparan sus esforzadas leyes ciudadanas.  Pero lo cierto que en las redes sociales la haremos circular por quienes hemos sufrido el rigor de la represión, para que tengan claro que no avalamos su forma de actuar y menos aceptamos la manera en que criminalizan las luchas ciudadanas. Pero por sobre todo, exigimos que detengan la irracionalidad con la que opera el Ministro, el que castiga duramente a nuestra gente por el simple hecho de pensar distinto y para quien el Estado de derecho está por sobre la integridad de las personas.
Es de esperar que los electores de sus distritos los remuevan de sus cargos, pues lo que ocurrió este 2 de mayo en la cámara, no solo constituye un golpe a los miles y miles de chilenos que pensamos en otro Chile, sino que confirma lo que es secreto a voces: nuestra gente no tiene quien les defienda.

Fraternalmente
Máximo Quitral
Académico 

lunes, 26 de marzo de 2012

Votar o no votar, he ahí el dilema

La discusión ya está abierta y tendremos un interesante debate sobre las virtudes y debilidades que traerá aparejada la inscripción automática y el voto voluntario. Claramente no es mi opción y hubiese preferido su obligatoriedad, pero se entiende que hay un proceso sistemático de debilitamiento de la democracia, el que redundó en el fenómeno del envejecimiento del padrón electoral. En los últimos veinte años las inscripciones en los registros electorales han caído cerca de un 30%, y esta tendencia se ha hecho más palpable en comunas de menores ingresos per cápita. Por ejemplo, en Las Condes, un 53,4% de los jóvenes entre 18 y 19 años de edad se encuentra inscrito para ejercer su derecho a votar, mientras que en la comuna de La Pintana el mismo segmento etáreo registra solo un 3,5% de inscritos. Si en esto no interviene una variable de clase social, ¿cuál sería la explicación? Cultura cívica, valoración política y mayor conocimiento pueden ser algunas de las respuestas ante la interrogante formulada previamente. Hay un interés mayor por parte de los sectores más acomodados de influir cada vez más en la toma de decisiones y de paso contribuir al fortalecimiento de políticas públicas encauzadas en su misma línea ideológica. Pues bien, la voluntariedad del voto tendería a favorecer a aquellos segmentos de la ciudadanía que tienen un mayor compromiso con lo político y aguzaría esa contradicción de participar electoralmente, de aquellos grupos sociales menos interesados en lo público. Si a eso le agregamos que tenemos un sistema electoral binominal que no se caracteriza precisamente por estimular la competencia, el cuadro electoral es más bien incierto y tiendo a creer que los incentivos por acudir a las urnas serán más bien bajos.

Lo que puede ocurrir con el voto voluntario es que se ahonden los mecanismos clientelares, ya que los votantes al no estar obligados de participar, velarán por su conveniencia individual más que por las virtudes programáticas presentadas en campaña. Lo anterior obligará a que los Partidos Políticos utilicen más recursos para captar la atención de los votantes, produciendo con ello la supremacía de quienes cuentan con un mayor gasto electoral por sobre los más modestos en esta línea. Además, se advierte un sesgo de clase que muy pocos quieren reconocer y que ya opera en el actual sistema de elecciones. Sólo como dato complementario, los grupos más acomodados tienen mayor disposición de votar que aquellos grupos más pobres, algo así como un 83,9% versus un 68,4% según cifras de la UDP. Si la clase política pensaba que con la incorporación de los cerca de 4, 5 millones de votantes que están al margen de cualquier elección se produciría una gran transformación política en Chile, me temo que es un argumento más bien pobre, y que el escenario electoral no cambiará tanto de aquí al mediano plazo. El voto voluntario es una muy buena excusa progresista, pero en el fondo, se van presentar las condiciones para que las campañas entren en una dinámica de polarización ideológica, en el debilitamiento de los contenidos programáticos, en la reducción de la participación electoral y se presente un fuerte sesgo de clase. Pero por sobre todo, tendremos candidatos que tratarán de expandir las prebendas a cambio del voto para asegurar la participación ciudadana.

Es un hecho que existe cierta satisfacción política con el acuerdo alcanzado, pero las limitantes del voto voluntario son mayores que sus beneficios, y entraremos en un panorama político altamente complejo y supra ideologizado. Quienes tengan la verdadera certeza de lo que se jugará en cada elección acudirán a las urnas con todas las de la ley, pero en cambio, quienes perciban que votar da lo mismo, disfrutarán de un día familiar. Desde algunos partidos ya comenzaron las lamentaciones, pero poco o nada se hizo para revertir la situación. Solo resta esperar.

Tres razones para cambiar el binominal

A partir de las movilizaciones estudiantiles el debate político se fue instalando rápidamente en la agenda local. Paralelo a la gratuidad en la educación que los estudiantes esgrimieron al comienzo del conflicto con el gobierno, se incorporaron otras cuestiones de corte más bien político institucional y las que se fueron extendiendo a todos los sectores sociales. Una de ellas fue el cambio del sistema binominal, aunque no existe claridad en qué tipo de sistema electoral se quiere implementar. Precisamente el sentido de esta columna es entregar tres razones políticas para transformar el sistema binominal y romper con es férrea defensa que desde el oficialismo y desde algunos grupos concertacionistas, se hace del mismo. Es prudente señalar que un sistema electoral tiene la responsabilidad de transformar los votos en curules, pero se constituye en un elemento clave dentro de una democracia, puesto que equilibra las fuerzas de poder entre los distintos grupos sociales. En rigor, el sistema electoral tiene una directa relación con la legitimidad política dentro de la sociedad democrática. Es decir, si su efecto es correlativo al de la representación, ¿cuál es el sentido de mantenerlo, aún sabiendo que perjudica esa condición?

Desde la oposición los argumentos centrales apuntan a que el sistema binominal afecta la soberanía popular y no tiene la capacidad de respuesta frente a las demandas ciudadanas. Por su parte, desde el oficialismo, insisten en manifestar que hay tantos sistemas electorales como sistemas políticos en el mundo y que todos presentan fortalezas y debilidades, lo que tiende a ser un argumento más bien básico dentro de la discusión. Aunque hay que reconocerlo, han sido los más beneficiados con este sistema y son quienes han desarrollado una defensa corporativa de sus ventajas. Sin embargo, solo se han centrado en descalificar a quienes lo cuestionan, pero reiterando en que hay intereses políticos para su defensa.

Aún cuando los planteamientos del oficialismo parezcan razonables, en la práctica Chile está en una crisis de representatividad profunda y derivada desde el mayor enclave autoritario que se mantiene: el binominal. Es un sistema de elección excluyente, injusto, poco democrático y nada de competitivo, ya que cada coalición tiene asegurada la representación política, quedando relegada la decisión soberana en manos de las cúpulas partidarias. Es decir, los ciudadanos tienen poco o casi nada de injerencia en la decisión real, ya que se transforman en meros confirmadores de las opciones impuestas por la oligarquía política. Frente a eso, se presentan tres razones de fondo para cambiar el sistema electoral binominal. La primera de ellas es que el binominal no favorece la creación de mayorías y menos aún genera beneficios políticos en la sociedad. Esto quiere decir, que un gobierno requiere de un apoyo parlamentario suficiente para impulsar medidas políticas que tengan un efecto concreta en la ciudadanía. Hasta ahora el sistema binominal no ha producido esta situación y esto se ve reflejado en el actual gobierno, donde el Presidente Piñera es minoría en ambas cámaras. Lo único mayoritario es el distrito, pero solo dos son los elegidos y la regla de asignación de escaños tampoco es mayoritaria, ya que para que una lista logre obtener los dos curules, debe doblar a la lista más votada.

Como segunda razón, el sistema electoral binominal no genera proporcionalidad, entendiéndose esto como que la cantidad de votos sea proporcional a la cantidad de escaños que se logran en una elección, lo que a su vez se vería reflejado en la fuerza electoral de los partidos en competencia. Sin embargo, el binominal provoca distorsiones de la realidad, las que se acrecientan al interior de los bloques políticos, ya que cuestiones como el blindaje de candidatos, el candidato único o los pactos por omisión, restringen la representatividad y favorecen a ciertos partidos en desmedro de otros.

Finalmente, el sistema binominal debe ser cambiado, ya que beneficia a las segundas mayorías, como por ejemplo, cuando una lista obtiene un 66% del respaldo ciudadano y otra un 33% y ambas llegan al parlamento, las dos tienen las mismas atribuciones, siendo esto claramente un contrasentido. Más aún, la derecha ha tenido predominio en las segundas mayorías y esto le permite aprovecharse de la sobrerrepresentación que le brinda el binominal, así como el poder de bloqueo permitido en el congreso. Acá está el verdadero resultado final del binominal: entregar un poder ilimitado a las minorías por sobre las mayorías.

Si entre estas explicaciones –aunque existen otras más- seguimos manteniendo el binominal como mecanismo de elección, la institucional chilena seguirá a la baja, el desprestigio de la política era en aumento y existirá una nula capacidad para sintonizar con las demandas ciudadanas. Además, se irá acrecentando el clima de inestabilidad y polarización política, lo cual es nefasto para la democracia. Por ello existe un tremendo desafío por delante y se refiere a la transformación absoluta del binominal y no a meras reformas del momento, las que sin duda alguna, no provocarán el efecto deseado.

Pacto RN-DC, en busca del centro perdido

Bastante revuelo político causó el inesperado trabajo en conjunto que venían desarrollando hace tres meses los presidentes de Renovación Nacional (RN), Carlos Larraín y su par de la Democracia Cristiana (DC) Ignacio Walker. Pero esta supuesta afinidad política (impulsada por Gutenberg Martínez) no es obra de la casualidad o de que los astros hayan jugado un rol activo en dicho encuentro, sino que tiene una intención de conveniencia política desde ambos partidos. Sin embargo, para el presidente de la colectividad de Antonio Varas, esto es algo que se viene meditando desde hace mucho tiempo y encontró un sorpresivo respaldo dentro del partido falangista. Ya en 2010 Carlos Larraín hizo un curioso llamado a las bases radicales y democratacristianas al afirmar que le "encantaría” que hubiera más de un Radical en el gobierno de Sebastián Piñera. ¿Un democratacristiano? También, me parecería buenísimo". Pero estas palabras no quedaron ahí y en un medio radial sostuvo en ese mismo año que “Yo me crié con los radicales en mi familia, mi papá era un conservador, pero eran 'uña y mugre' con Gabriel González Videla, por darte un ejemplo. Si el PRSD en Chile, es una ausencia muy dolorosa, como diría un poeta". Agregó en ese momento, que “la DC se pegó un trago de ideología por ahí por los años 60 y de ahí no se recuperó nunca más. El Partido radical era cero ideologías. No porque sean ellos completamente acomodaticios, si no porque tienen los pies en la tierra".

Pues bien, esos guiños a dos partidos que por historia habían representado el centro político no fue por azar, sino que en el fondo lo que se buscaba desde ese instante, era revitalizar un centro político que le diera gobernabilidad a la derecha y con el PRSD o la DC, quizás, lo hubiese logrado. Por ende, no es sorpresivo que la DC haya aceptado entrar en una relación que traspasa lo ideológico y la que se instala en lo pragmático, ya que su partido ha sido uno de los grandes perdedores de las últimas elecciones nacionales. Si bien todo ha comenzado a desarrollarse con la excusa del binominal, lo cierto es que ya desde el núcleo duro de la DC se visualiza un trabajo de largo plazo, que buscaría transformar en ley el acuerdo suscrito hace un par de semanas atrás. Además, cada comisión de los partidos en cuestión se abocaría a reformar el sistema político, y esas ideas plasmarlas en un seminario político promovido por la nueva alianza Larraín- Walker.

Pero vamos al fondo del asunto. Este nuevo arreglo político que impulsaron ambos timoneles busca en definitiva crear un centro político 2.0, pero conformado por RN-DC y que se traduzca en la tan ansiada gobernabilidad política esperada por la administración de Piñera; contar con los nombres necesarios para ocupar espacios políticos de alta responsabilidad, perpetuar el dominio de la derecha en el gobierno y afianzar el rol de la DC en la política. O sea, capitalizar ese amplio espectro de la población que no se define ni por derecha ni por izquierda y que se aleja de los procesos de polarización política tan tradicionales en Chile. Si bien puede ser una fórmula exitosa si se trabaja seriamente, el aliado político natural de RN no aceptaría un panorama político de esa envergadura. La UDI pierde mucho en un bloque de centro como el pensado por Larraín, pues quedaría huérfana en el espacio político nacional y estaría condenada a lidiar con fuerzas contrarias a su forma de pensar.

Por eso ha sido majadera en sostener que la coalición se sostiene en base a la unidad y que las reuniones con su par DC generan confusión dentro de su electorado. Aún cuando tengan razón en sus aprehensiones, es un tanto complejo que Renovación Nacional y la Democracia Cristiana logren que sus encuentros redunden en un centro político, puesto que el peso de la UDI al interior de la Coalición por el Cambio es tan fuerte, que bloquearía cualquier instancia de transformación societal y eso el Presidente lo sabe. Esto recién se está desarrollando y no sería sorprendente que tengamos un pacto instrumental más allá del binominal como excusa para pensar en un nuevo polo político comandado por RN y la DC. Nada está dicho aún, aunque en política todo puede ocurrir, pero si esto se está pensando sólo por gobernabilidad, ella ya no pasa solamente por los partidos. Hoy los movimientos están por sobre ellos y eso cambia cualquier escenario proyectado en el futuro.

Concertación, una coalición agotada

Sería erróneo desconocer que las coaliciones políticas pasan hoy por uno de sus peores momentos dentro de la percepción ciudadana. Recientemente la encuesta Adimark (Febrero) sigue reflejando el alto rechazo que tanto la Alianza como la Concertación obtienen dentro de la ciudadanía. Sin ir más lejos, la primera muestra un 58% versus el 70% que presenta la segunda. Tanto así, que han proliferado una gran cantidad de precandidatos presidenciales que han remarcado sus diferencias con la histórica coalición.

Sin embargo, la Concertación ha dejado de representar una opción política coherente y derivó en una coalición agotada, sin planteamientos claros y sin objetivos definidos. Tal vez hayan algunos incrédulos que aún sostienen que la Concertación es opción de gobierno, pero me atrevería a decir que tal grupo político no posee ideas sustentables en el tiempo como para que eso ocurra prontamente. La Concertación está encapsulada y atrofiada en su mirada de país y difícilmente logre convencer a un electorado que ya dejó de creer en el Chile que presentó. Lo anterior se justifica porque la Concertación presentó inconsecuencias y bastantes incoherencias en su actuar, pasando de un discurso de izquierda, a otro claramente de adoración al sistema neoliberal. Si a eso le agregamos una sana convivencia con la derecha, el panorama tiende a ser sombrío y lleno de incertidumbres. Por ejemplo, ¿Es políticamente correcto que históricos personajes de esa coalición hayan viajado a China pagados por Aguas Andinas y eso fuera casi un dato anecdótico? No serán los primeros ni los últimos, pero claramente la Concertación posee más identidad con las políticas pro mercado, que un reconocimiento y legitimidad dentro de las capas medias o en los sectores populares.

Ese evidente desapego que desarrolló la Concertación hacia el mundo popular terminó por cortar definitivamente con ese necesario vínculo que permite conectarse con la realidad social que vive este Chile morocho y desgastado socialmente. Sus representantes lo consideraron innecesario, aburrido y una pérdida de tiempo, quedando de manifiesto que la reconstrucción del tejido social no es una prioridad. El abandono en que quedó nuestra gente es tan profundo, que el daño hecho a las esperanzas y sueños de un pueblo falto de cariño y fraternidad es realmente desmoralizante. Sin embargo, desde los movimientos ciudadanos se han ido dando señales para revertir este panorama, apareciendo liderazgos que luchan por un Chile distinto y mejor. Así fue con el conflicto estudiantil, Aysén o en su momento Punta Arenas, hitos políticos que marcaron un antes y un después en la forma de comprender la política. No serán los últimos, pero esos episodios dan cuenta de la situación política en que vive gran parte del país: la insensibilidad social de las autoridades. Hoy los bacheletistas abogan para que la ex presidenta tome la decisión de postularse y con ello ingresar nuevamente a la casa de gobierno y recuperar el control del Estado, pero ¿para qué? Si la excusa principal es derrotar a la derecha, este es un argumento más bien pobre como para transformarlo en un slogan de campaña. Pero peor aún, eso da cuenta del real interés de la Concertación: servirse del Estado y no servir al Estado. No basta con la imagen de Bachelet, pues ocurrirá lo que todos temen, y es que aquellos que se burlaron del país, ocupen ministerios para jugar a cambiar Chile. Lamentablemente para ellos, ya no estamos para eso.