Bastante revuelo político causó el inesperado trabajo en conjunto que venían desarrollando hace tres meses los presidentes de Renovación Nacional (RN), Carlos Larraín y su par de la Democracia Cristiana (DC) Ignacio Walker. Pero esta supuesta afinidad política (impulsada por Gutenberg Martínez) no es obra de la casualidad o de que los astros hayan jugado un rol activo en dicho encuentro, sino que tiene una intención de conveniencia política desde ambos partidos. Sin embargo, para el presidente de la colectividad de Antonio Varas, esto es algo que se viene meditando desde hace mucho tiempo y encontró un sorpresivo respaldo dentro del partido falangista. Ya en 2010 Carlos Larraín hizo un curioso llamado a las bases radicales y democratacristianas al afirmar que le "encantaría” que hubiera más de un Radical en el gobierno de Sebastián Piñera. ¿Un democratacristiano? También, me parecería buenísimo". Pero estas palabras no quedaron ahí y en un medio radial sostuvo en ese mismo año que “Yo me crié con los radicales en mi familia, mi papá era un conservador, pero eran 'uña y mugre' con Gabriel González Videla, por darte un ejemplo. Si el PRSD en Chile, es una ausencia muy dolorosa, como diría un poeta". Agregó en ese momento, que “la DC se pegó un trago de ideología por ahí por los años 60 y de ahí no se recuperó nunca más. El Partido radical era cero ideologías. No porque sean ellos completamente acomodaticios, si no porque tienen los pies en la tierra".
Pues bien, esos guiños a dos partidos que por historia habían representado el centro político no fue por azar, sino que en el fondo lo que se buscaba desde ese instante, era revitalizar un centro político que le diera gobernabilidad a la derecha y con el PRSD o la DC, quizás, lo hubiese logrado. Por ende, no es sorpresivo que la DC haya aceptado entrar en una relación que traspasa lo ideológico y la que se instala en lo pragmático, ya que su partido ha sido uno de los grandes perdedores de las últimas elecciones nacionales. Si bien todo ha comenzado a desarrollarse con la excusa del binominal, lo cierto es que ya desde el núcleo duro de la DC se visualiza un trabajo de largo plazo, que buscaría transformar en ley el acuerdo suscrito hace un par de semanas atrás. Además, cada comisión de los partidos en cuestión se abocaría a reformar el sistema político, y esas ideas plasmarlas en un seminario político promovido por la nueva alianza Larraín- Walker.
Pero vamos al fondo del asunto. Este nuevo arreglo político que impulsaron ambos timoneles busca en definitiva crear un centro político 2.0, pero conformado por RN-DC y que se traduzca en la tan ansiada gobernabilidad política esperada por la administración de Piñera; contar con los nombres necesarios para ocupar espacios políticos de alta responsabilidad, perpetuar el dominio de la derecha en el gobierno y afianzar el rol de la DC en la política. O sea, capitalizar ese amplio espectro de la población que no se define ni por derecha ni por izquierda y que se aleja de los procesos de polarización política tan tradicionales en Chile. Si bien puede ser una fórmula exitosa si se trabaja seriamente, el aliado político natural de RN no aceptaría un panorama político de esa envergadura. La UDI pierde mucho en un bloque de centro como el pensado por Larraín, pues quedaría huérfana en el espacio político nacional y estaría condenada a lidiar con fuerzas contrarias a su forma de pensar.
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